martes, 3 de marzo de 2015

Efecto del Crecimiento y de las Políticas de Desarrollo en la Pobreza y en la Distribución del Ingreso

Las opiniones expresadas en el siguiente documento son de la exclusiva responsabilidad de sus autores, no representando necesariamente la opinión del editor y propietario de este blog.


Universidad Gran Mariscal de Ayacucho
Maestría Gerencia – Mención Gestión Pública.
Desarrollo Económico de la Nación.
Integrantes: Barreto Alba. Nellys Brito. Pedro Cayonez. Leidy. Goite Fabiana. Lárez, Noiralys. Martínez, José. Solano, Ángel

Efecto del Crecimiento y de las Políticas de Desarrollo en la Pobreza y en la Distribución del Ingreso
                     
El desarrollo económico es entendido como la capacidad que tienen los países de crear riquezas que permitan satisfacer las necesidades de sus habitantes, manteniendo el bienestar económico y social de los mismos; mientras que por su parte el crecimiento es el aumento del valor o la renta de bienes y servicios finales producidos por una economía durante un periodo determinado.
A pesar de esta diferenciación, en la década de los ochenta y noventa el crecimiento era visto como un sinónimo de este desarrollo, cuando el primero (crecimiento económico) sirve para medir el ritmo en el que se incrementan los bienes y servicios, el incremento de su Producto Interno Bruto; una falsa creencia de que el aumento del Producto interno bruto generaría un desarrollo económico y disminuiría los niveles de pobreza, hacia que en estas décadas se diera un trato secundario a la distribución de los ingresos.
El crecimiento económico de los países de América Latina se ha encerrado en un conjunto de restricciones, condiciones estructurales y concepciones gubernamentales que dejaron un marcado rastro de imperfecciones e inestabilidades en las economías, estas llevaron a una crisis a principios de los años ochenta de carácter nacional, de relaciones internacionales y de concepciones políticas, que dieron pie para que los gobiernos empezaran a replantear el papel frente a sus economías, y a formular nuevas políticas que se acoplaran al nuevo orden mundial para así asegurar y consolidar sus estructuras productivas.
Pero estas políticas no fueron implantadas solo para tratar de responder a los problemas económicos, responden también a la necesidad de tratar de solucionar otros flagelos que los azotan como la desigualdad social, la pobreza y la polarización de ingreso, obstáculos que producen daños que van más allá del aspecto económico, que afectan la calidad de vida colectiva, la estabilidad de las instituciones y la legitimación de la democracia. Se podría decir que de un problema económico, se pueden producir otros con efectos no económicos de gran magnitud.
Siendo estas las condiciones que han alterado la dinámica económica y social de la región cabe preguntarse, si el insuficiente progreso económico y social de estos países contrasta con la magnitud de los cambios que han tenido sus políticas económicas y si dichas políticas han aminorado las desigualdades sociales, la pobreza y la polarización del  ingreso.
El ingreso es una variable importante en la determinación del bienestar de las personas, en este sentido la caracterización de cómo se distribuyen los ingresos debería formar parte de los indicadores que permiten evaluar el nivel de bienestar y disminución de pobreza de una población.
La teoría de la distribución del ingreso es una rama de la teoría económica que busca explicar cómo se determinan los precios de los factores de la producción y por tanto el ingreso que ellos reciben; el ingreso se estudia desde diversos conceptos, entre los principales se encuentran el factorial, total y disponible.
La alta desigualdad en el ingreso de un país puede ser un gran impedimento para desarrollarse, puesto que en equidad los niveles de educación son mayores y mejor distribuidos, y estos equivalen a mayor igualdad de oportunidades, altos niveles de acumulación de capital que significan competencia y usos productivos para la capacidad laboral; tasas moderadas de expansión demográfica representan mejores posibilidades de participación para la mujer y de educación para los niños, y por consiguiente fuentes más amplias y mas solidas de generación de ingresos; tasas elevadas de urbanización implican mayores economías de escala y especialización en el campo y en la ciudad y mejores niveles de vida promedio.
En América Latina se encuentra una larga lista de problemas que se han venido fortaleciendo y evidenciando en la estructura económica negativamente, afectando directamente a todos los sectores de la región, marcando así una gran estructura de rigideces y deformaciones, que han llevado a un deterioro de todas las áreas y vías productivas de dichos países.
Estas deformaciones y rigideces son principalmente: el dualismo sectorial y territorial que caracteriza a gran parte de las economías regionales; el desempleo, pero sobretodo el subempleo crónico de amplios sectores de la población económicamente activa; la elevada polarización del ingreso que contribuye a segmentar las estructuras productivas y a impedir economías de escala adecuadas para muchas empresas; la insuficiente consolidación de administraciones públicas eficaces y depositarias de amplios márgenes de legitimación social; el uso de tecnologías "fuera de línea" respecto a los niveles a los precios relativos nacionales; la periódica fragilidad de las cuentas externas excesivamente dependientes de exportaciones de bienes con escasa elasticidad ingreso en su demanda internacional y la crónica deficiencia de ahorro interno que vuelve a la región en exceso dependiente del flujo de capitales externos.
Debido a estos problemas los países latinoamericanos presentan un atraso frente a otras economías ya que al tener deficiencias constitutivas tan amplias, pagaron costos muy elevados en términos estructurales, estancamiento tecnológico y debilidad de las conexiones dinámicas entre los agentes sociales, productivos y políticos.
El estudio de la distribución del ingreso parte por definir, en primer lugar, tanto la medida de ingreso como la unidad social que la recibe, por tanto nuestra unidad primaria de análisis, es el hogar, el cual se define como un grupo de personas que viven en la misma vivienda y que mantienen gastos conjuntos para la compra de alimentos.
El poder de compra de los hogares se mide en este trabajo a través del ingreso total de los mismos. Sin embargo, a fin de obtener una medida del bienestar de las personas que los componen, es necesario considerar el tamaño de los hogares, para lo cual, se calcula, lo que se conoce como “ingreso equivalente” (Cowell, 2000). Este último toma en cuenta algunas características adicionales que describen las circunstancias en las que las personas se encuentran, como por ejemplo su edad, indicadores de salud, etc. En este estudio sólo se considera el tamaño del hogar −en número de personas−, con el que calculamos el ingreso per cápita.
Pero las dimensiones planteadas no son el resultado espontaneo del crecimiento económico, en cada uno de los puntos hay diferencias que varían según el país aun cuando estos tengan un mismo ingreso per cápita.
La distribución del ingreso en Venezuela ha sido históricamente desigual; similar a lo ocurrido con buena parte de los países de América Latina. Esta región tiene la mayor desigualdad de ingresos del mundo, donde el 10% más rico de la población recibe en promedio el 36% del ingreso total y el 40% más pobre recibe apenas en promedio el 14% del ingreso total.
Metodológicamente se define a una persona como “pobre” cuando el ingreso por habitante de su hogar es inferior al valor de la “línea de pobreza” o monto mínimo necesario para satisfacer sus necesidades esenciales. Las líneas de pobreza, expresadas en las monedas de cada país, se determinan a partir del costo de una canasta de bienes y servicios, empleando el método del “costo de las necesidades básicas”. La “línea de indigencia” representa el grupo de hogares o de población que tiene unos niveles de ingreso insuficientes para cubrir el componente alimentario de la canasta de bienes y servicios. En la mayoría de los casos la CEPAL utiliza como fuente de datos la información sobre la estructura del consumo de los hogares, tanto de alimentos como de otros bienes y servicios, realizada por cada país mediante encuestas de presupuestos familiares.
 En realidad, la desigualdad ha sido impactada por políticas como la seguridad social y las políticas de empleo, que son mecanismos de protección social que buscan atenuar el impacto sobre los trabajadores de la alta volatilidad de la economía. Paradójicamente, tanto en Venezuela como en el resto de América Latina, la evidencia apunta a constatar la poca efectividad en la reducción de la desigualdad que han tenido estas políticas. En el caso de la fijación de un salario mínimo, una política regularmente seguida en Venezuela, ésta no ha sido muy efectiva para mejorar el ingreso de los grupos más pobres, pues se trata de un  instrumento poco focalizado de redistribución. En general, tiende a proteger más a los trabajadores de mayores ingresos que a los trabajadores pobres y beneficia casi exclusivamente a los trabajadores ya empleados, pues desincentiva la contratación de nuevos trabajadores.
El coeficiente más utilizado para medir la desigualdad es el Índice de Gini (en lo sucesivo IG). Este refleja para el caso de Venezuela una desigualdad significativa que, sin embargo, es menos pronunciada que el respectivo índice de otros países de la región. Comparativamente, Venezuela no está entre los países latinoamericanos que exhiben peores índices de desigualdad de ingresos (Brasil, Haití, Guatemala, Paraguay, entre otros) pero se encuentra bastante alejada de la distribución de ingresos que exhiben la mayoría de los países europeos, incluyendo Europa del Este, cuyos índices de Gini se sitúan en promedio entre 0,25 y 0,35.
Ahora bien, para el año 1982 con la caída de los precios del petróleo, y contemplando que el desarrollo económico del país se media a través de las variaciones del Producto Interno Bruto (en lo sucesivo PIB),  se hacía evidente la necesidad de implementar medidas destinadas a la estabilización de la economía, para esto se implemento una política cambiaría devaluacionista, que no dio los resultados esperado, por lo que para el año 1989 se hizo presente en la economía venezolana un “Plan Económico Ortodoxo”, que fue dirigido por el Fondo Monetario Internacional y, que entre otras características presentaba planes de austeridad, restricción de la liquidez, liberalización comercial y financiera, restricciones salariales y políticas de estimulo al sector exportador.
Sin embargo en el año 1993 aun cuando existía un aumento del PIB de un 5,5%, los niveles de pobreza por la caída del salario real eran palpables, y demostraban que el desarrollo económico de un país no estaba limitado solo al aumento de su PIB.
Esta desigualdad en el aumento del PIB, pero incremento también de los índices de pobreza y del empleo informal, se debían a que la justa distribución de los ingresos se encontraba situada en un segundo plano, y las políticas de ajuste implementadas, implicaban una distribución inequitativa de las perdidas, afectando sobre todo a los trabajadores.
No resulta extraño entonces constatar que ante la ausencia de una política social integral, neutralizadora de los efectos negativos de las políticas económicas implementadas desde la década de los ochenta, los índices de pobreza en Venezuela hayan experimentado un aumento sostenido desde esa década, acentuándose de forma alarmante a partir de la década de los noventa. El Cuadro siguiente recoge la variación del porcentaje de familias que se encuentran dentro de lo que se denomina pobreza total y pobreza crítica con diferencia de un quinquenio partiendo de 1975 y hasta el año 2000.
Por supuesto, existen diferentes metodologías para medir la pobreza y no todas coinciden.


 Pobreza total y crítica en Venezuela 1975-2000
Años
1975
1980
1985
1990
1995
2000
Pobreza Total (%)
 26,1
 24,3
 42,3
68,9
66,7
58,8
Pobreza crítica (%)
 17,3
 6,6
 14,5
 30,7
 25,3 
 25,8
Fuente: Riutort y  Orlando (2001)
Las cifras aquí presentadas son bastante elocuentes. En el quinquenio que va de 1975 a 1980 tanto la pobreza total y, de forma importante, la pobreza crítica cedieron terreno y ambos niveles porcentuales disminuyeron. Comenzando los ochenta la realidad cambia y los niveles porcentuales de población en situación de pobreza se incrementan de forma alarmante. La pobreza total, es decir el número de hogares venezolanos que no puede cubrir de forma completa una canasta alimentaria más un grupo de bienes y servicios básicos, se dobló y un poco más en veinte años desde 1980. En el caso de la pobreza crítica la situación fue aún más desfavorable, puesto que en el mismo período se cuadruplicó. En el año 2000 aproximadamente una cuarta parte de los hogares venezolanos no podían cubrir completamente la canasta de alimentos. Desde una comparativa internacional, datos de una encuesta del año 2000 reseñada en el Informe Anual del Banco Mundial (2004), sitúan a la población venezolana que vive con menos de 2 USD diarios en 32,1% del total poblacional y la que vive con menos de 1 USD diario en 9,9% de dicho total.
En Venezuela empeoraron durante la década de los noventa, pero la tendencia en los primeros años del presente siglo parece ser que dichos índices tan desfavorables comienzan a ceder terreno. En efecto, el informe de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) al referirse a Venezuela señala que se está en presencia de un caso donde la política social estaría contribuyendo a reducir sensiblemente la pobreza.

Según las cifras reveladas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Venezuela la pobreza se habría reducido significativamente en el año 2004. Desde la perspectiva  de las instituciones de gobierno venezolanas, se está en presencia de una política pública que tiende a priorizar la prestación de servicios gratuitos o subsidiados y las transferencias en especie, más que a través de transferencias monetarias.
Fue el modelo económico ortodoxo, un modelo no adecuado para Venezuela, a nuestro juicio, por diversas características:
1.  Principalmente al contar con un ajuste cambiario que incentiva la inflación en economías dependientes de la importaciones;
2. El incremento de las tasas de interés incide negativamente en aquellos que cuentan con menos recursos, e igualmente en la pequeña y mediana industria, y favorece solo a aquellos que cuentan con mayores ingresos, mientras que los trabajadores rurales se ven afectados por este incremento de intereses, dentro de las medidas de ahorro, no solo en el acceso al mercado financiero, sino además en que el aumento de estas tasas afecta directamente costos, y por ende se traduce en un aumento de precios.
3. Por otro lado en lo que se refiere a las exportaciones estas medidas también excluyentes, benefician solo a algunos empresarios, terratenientes y grandes comerciantes, que son quienes se benefician de exportación de productos claves, y que cambian constantemente de precio debido a los cambios en las políticas económicas.
Este tipo de nuevas políticas económicas son causantes de generan una modificación en la estructura de producción y cuyo reflejo afecta en todos los niveles de la estructura social, por una parte la clase rural quienes producen a nivel de subsistencia y están localizados en regiones remotas, en las que algunos no tienen acceso a servicios públicos, pero los que si lo tienen se ven afectado en como la economía eleva los precios ante las nuevas políticas económicas; por su parte la clase urbana se ve aun más afectada cuando se presentan la modificaciones a las políticas económicas puesto que este sector acude constantemente a la adquisición de bienes, y el aumento constante generado por el establecimiento de nuevas políticas destinadas solo al aumento del PIB, genera el incremento de precios.
El pensamiento económico dominante de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, suponía que el crecimiento era más que suficiente para reducir la pobreza, lo cual se lograba por medio de lo que comenzaron a llamar el “efecto goteo”.
El efecto goteo implicaba una corriente vertical de ingresos de la población rica hacia la población en condiciones de pobreza, lo cual sucede de una manera espontánea. Es decir, los beneficios del crecimiento económico se van en un primer momento hacia los ricos, después cuando estos comienzan a gastar sus ganancias, los beneficios se dirigen hacia la población pobre. Por lo tanto, los pobres se benefician del crecimiento solo indirectamente a través de un flujo vertical procedente de los ricos.
Esto significa que la proporción de los beneficios del crecimiento van a ser siempre menores en lo pobres. Sin embargo, a pesar de esto, la teoría del goteo afirma que la incidencia de la pobreza puede disminuir con el crecimiento, incluso si los pobres solo reciben una pequeña fracción de los beneficios totales.
Ahora bien en acuerdo con esta teoría se debe indicar que efectivamente el crecimiento no será nunca en un principio un proceso igualitario, sino que se inicia por sectores, los cuales representan solo un porcentaje de la población total.
Venezuela es un país inmensamente rico; posee una plétora de recursos naturales: petróleo, gas, hierro, bauxita, oro, diamante, tierras fértiles, potencial forestal y una ubicación geográfica envidiable. Pero también es un país mayoritariamente pobre: el 80% de la población vive en situación de pobreza y el ingreso per cápita anual es de apenas 2500 dólares, Es oportuno mencionar las condiciones culturales y climatológicas que, a pesar de no determinar el desarrollo de un país, pueden condicionarlo en gran medida.
La ética protestante influyó enormemente en la conformación económica y social de los países de América del Norte. Al respecto, el sociólogo Max Weber escribió un libro titulado "la ética protestante y el espíritu del capitalismo", donde señala que el desarrollo económico de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos durante la Revolución Industrial recibió una notable impronta del pensamiento religioso calvinista y luterano.
Por otra parte que se obtiene de la aplicación de una política ortodoxa manejada por el Fondo Monetario Internacional:
1. Se evidencia las altas tasas de crecimiento anual de la demanda, fundamentadas por la acción del sector público, que no contaron con una respuesta adecuada por el lado de la oferta interna.
2. Específicamente en Venezuela, cuando se aplican este tipo de políticas que promueven de alguna manera la restricción de importaciones resultado de una mayor tasa de cambio, se hace notoria la disminución de la inversión y el aumento de los precios, lo que incide directamente en los salarios reales.
3. Lo referido a la distribución de los ingresos se aprecia el efecto goteo mencionado anteriormente, donde se da una mejora en la posición de los estratos, correspondiente a los hogares con menores ingresos, pero un mayor porcentaje de hogares que se encuentran ascendentes no se ve beneficiada, no existe una igualitaria distribución de los ingresos, incrementando los niveles de pobreza.
4. Un aumento de productividad que da beneficios solo al capitalista pero no al trabajador.
La alta concentración del ingreso en América Latina está asociada a su estado de desarrollo y a las características de su dotación de recursos. Frente al grado de desarrollo la eficiencia económica de un país se presenta como la adición de varios elementos entre las empresas, instituciones públicas, estructuras educativas, instancias políticas, centros de investigación científica y las múltiples interacciones que entre ellas se presenten.
La "década perdida" fue un período de marcado deterioro en materia de pobreza en América Latina. La región retrocedió en este terreno, en 1990 sus niveles de pobreza eran superiores incluso a los existentes a comienzos de los años setenta. En los noventa, por el contrario, la recuperación del crecimiento económico ha impulsado una importante mejoría en esos indicadores, aunque el promedio regional se encuentra aún por encima de los niveles prevalecientes antes de la crisis. De este modo, mientras en 1980 el 35% de los hogares se encontraba en situación de pobreza, y en 1990 dicha proporción se ubicaba en el 41%, en 1994 se mantenía en el 39%. En términos de distribución del ingreso, la década de los años ochenta fue también de deterioro. La expectativa de que la renovación del crecimiento económico revertiría dicha tendencia, de manera que los niveles de desigualdad se encuentran hoy por encima de los ya elevados que existían antes de la crisis de la deuda.
Estas tendencias globales esconden, patrones heterogéneos en los distintos países de la región. Según los estudios comparativos existentes, en sólo uno de ellos (Uruguay) tanto los niveles de pobreza como los de equidad han mejorado en relación con los que se observaban a comienzos de los años ochenta. En varios otros (Brasil, Panamá y de acuerdo con algunos estudios, Colombia) los niveles de pobreza han bajado, pero no han mejorado los de equidad. El caso chileno es más complejo, la pobreza se ha reducido notablemente en relación con los niveles de mediados de los años ochenta y quizás con los de comienzos de dicha década, pero apenas ha regresado a los de comienzos de los años setenta; en tanto que la desigualdad en la distribución del ingreso es superior a la de entonces y ha sido renuente a disminuir durante el período reciente de fuerte reducción de la pobreza.
Es importante mencionar  que Venezuela está ubicada en un nivel de desigualdad medio con respecto a otros países latinoamericanos, pero más alto que otros países europeos o asiáticos. Asimismo, la desigualdad del ingreso no ha podido recuperar los niveles que tenía antes de la aplicación de las reformas económicas a partir de 1989, y que ya mostraba signos de deterioro a mitad de los noventa. Desde el punto de vista geográfico, la desigualdad es un fenómeno generalizado presente en todos los dominios.