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Universidad
Gran Mariscal de Ayacucho
Maestría
Gerencia – Mención Gestión Pública.
Desarrollo
Económico de la Nación.
Integrantes:
Barreto Alba. Nellys Brito. Pedro Cayonez. Leidy. Goite Fabiana. Lárez, Noiralys. Martínez, José. Solano, Ángel
Efecto del Crecimiento y de las Políticas de
Desarrollo en la Pobreza y en la Distribución del Ingreso
El desarrollo económico es entendido
como la capacidad que tienen los países de crear riquezas que permitan
satisfacer las necesidades de sus habitantes, manteniendo el bienestar
económico y social de los mismos; mientras que por su parte el crecimiento es
el aumento del valor o la renta de bienes y servicios finales producidos por
una economía durante un periodo determinado.
A pesar de esta diferenciación, en
la década de los ochenta y noventa el crecimiento era visto como un sinónimo de
este desarrollo, cuando el primero (crecimiento económico) sirve para medir el
ritmo en el que se incrementan los bienes y servicios, el incremento de su
Producto Interno Bruto; una falsa creencia de que el aumento del Producto
interno bruto generaría un desarrollo económico y disminuiría los niveles de
pobreza, hacia que en estas décadas se diera un trato secundario a la
distribución de los ingresos.
El crecimiento económico de los
países de América Latina se ha encerrado en un conjunto de restricciones,
condiciones estructurales y concepciones gubernamentales que dejaron un marcado
rastro de imperfecciones e inestabilidades en las economías, estas llevaron a
una crisis a principios de los años ochenta de carácter nacional, de relaciones
internacionales y de concepciones políticas, que dieron pie para que los
gobiernos empezaran a replantear el papel frente a sus economías, y a formular
nuevas políticas que se acoplaran al nuevo orden mundial para así asegurar y
consolidar sus estructuras productivas.
Pero estas políticas no fueron
implantadas solo para tratar de responder a los problemas económicos, responden
también a la necesidad de tratar de solucionar otros flagelos que los azotan
como la desigualdad social, la pobreza y la polarización de ingreso, obstáculos
que producen daños que van más allá del aspecto económico, que afectan la
calidad de vida colectiva, la estabilidad de las instituciones y la
legitimación de la democracia. Se podría decir que de un problema económico, se
pueden producir otros con efectos no económicos de gran magnitud.
Siendo estas las condiciones que han
alterado la dinámica económica y social de la región cabe preguntarse, si el
insuficiente progreso económico y social de estos países contrasta con la
magnitud de los cambios que han tenido sus políticas económicas y si dichas
políticas han aminorado las desigualdades sociales, la pobreza y la
polarización del ingreso.
El ingreso es una variable
importante en la determinación del bienestar de las personas, en este sentido
la caracterización de cómo se distribuyen los ingresos debería formar parte de
los indicadores que permiten evaluar el nivel de bienestar y disminución de
pobreza de una población.
La teoría de la distribución del
ingreso es una rama de la teoría económica que busca explicar cómo se
determinan los precios de los factores de la producción y por tanto el ingreso
que ellos reciben; el ingreso se estudia desde diversos conceptos, entre los
principales se encuentran el factorial, total y disponible.
La alta desigualdad en el ingreso de
un país puede ser un gran impedimento para desarrollarse, puesto que en equidad
los niveles de educación son mayores y mejor distribuidos, y estos equivalen a
mayor igualdad de oportunidades, altos niveles de acumulación de capital que significan
competencia y usos productivos para la capacidad laboral; tasas moderadas de
expansión demográfica representan mejores posibilidades de participación para
la mujer y de educación para los niños, y por consiguiente fuentes más amplias
y mas solidas de generación de ingresos; tasas elevadas de urbanización
implican mayores economías de escala y especialización en el campo y en la
ciudad y mejores niveles de vida promedio.
En
América Latina se encuentra una larga lista de problemas que se han venido
fortaleciendo y evidenciando en la estructura económica negativamente,
afectando directamente a todos los sectores de la región, marcando así una gran
estructura de rigideces y deformaciones, que han llevado a un deterioro de
todas las áreas y vías productivas de dichos países.
Estas
deformaciones y rigideces son principalmente: el dualismo sectorial y
territorial que caracteriza a gran parte de las economías regionales; el
desempleo, pero sobretodo el subempleo crónico de amplios sectores de la
población económicamente activa; la elevada polarización del ingreso que
contribuye a segmentar las estructuras productivas y a impedir economías de
escala adecuadas para muchas empresas; la insuficiente consolidación de
administraciones públicas eficaces y depositarias de amplios márgenes de
legitimación social; el uso de tecnologías "fuera de línea" respecto
a los niveles a los precios relativos nacionales; la periódica fragilidad de
las cuentas externas excesivamente dependientes de exportaciones de bienes con
escasa elasticidad ingreso en su demanda internacional y la crónica deficiencia
de ahorro interno que vuelve a la región en exceso dependiente del flujo de
capitales externos.
Debido
a estos problemas los países latinoamericanos presentan un atraso frente a
otras economías ya que al tener deficiencias constitutivas tan amplias, pagaron
costos muy elevados en términos estructurales, estancamiento tecnológico y
debilidad de las conexiones dinámicas entre los agentes sociales, productivos y
políticos.
El estudio de la distribución del ingreso parte por
definir, en primer lugar, tanto la medida de ingreso como la unidad social que
la recibe, por tanto nuestra unidad primaria de análisis, es el hogar, el cual
se define como un grupo de personas que viven en la misma vivienda y que
mantienen gastos conjuntos para la compra de alimentos.
El poder de compra de los hogares se mide en este
trabajo a través del ingreso total de los mismos. Sin embargo, a fin de obtener
una medida del bienestar de las personas que los componen, es necesario
considerar el tamaño de los hogares, para lo cual, se calcula, lo que se conoce
como “ingreso equivalente” (Cowell, 2000). Este último toma en cuenta algunas
características adicionales que describen las circunstancias en las que las
personas se encuentran, como por ejemplo su edad, indicadores de salud, etc. En
este estudio sólo se considera el tamaño del hogar −en número de personas−, con
el que calculamos el ingreso per cápita.
Pero las dimensiones planteadas no
son el resultado espontaneo del crecimiento económico, en cada uno de los
puntos hay diferencias que varían según el país aun cuando estos tengan un
mismo ingreso per cápita.
La distribución del ingreso en
Venezuela ha sido históricamente desigual; similar a lo ocurrido con buena
parte de los países de América Latina. Esta región tiene la mayor desigualdad
de ingresos del mundo, donde el 10% más rico de la población recibe en promedio
el 36% del ingreso total y el 40% más pobre recibe apenas en promedio el 14%
del ingreso total.
Metodológicamente se define a una persona como “pobre”
cuando el ingreso por habitante de su hogar es inferior al valor de la “línea
de pobreza” o monto mínimo necesario para satisfacer sus necesidades
esenciales. Las líneas de pobreza, expresadas en las monedas de cada país, se
determinan a partir del costo de una canasta de bienes y servicios, empleando
el método del “costo de las necesidades básicas”. La “línea de indigencia”
representa el grupo de hogares o de población que tiene unos niveles de ingreso
insuficientes para cubrir el componente alimentario de la canasta de bienes y
servicios. En la mayoría de los casos la CEPAL utiliza como fuente de datos la
información sobre la estructura del consumo de los hogares, tanto de alimentos
como de otros bienes y servicios, realizada por cada país mediante encuestas de
presupuestos familiares.
En realidad, la desigualdad ha sido impactada
por políticas como la seguridad social y las políticas de empleo, que son
mecanismos de protección social que buscan atenuar el impacto sobre los
trabajadores de la alta volatilidad de la economía. Paradójicamente, tanto en
Venezuela como en el resto de América Latina, la evidencia apunta a constatar
la poca efectividad en la reducción de la desigualdad que han tenido estas
políticas. En el caso de la fijación de un salario mínimo, una política
regularmente seguida en Venezuela, ésta no ha sido muy efectiva para mejorar el
ingreso de los grupos más pobres, pues se trata de un instrumento poco
focalizado de redistribución. En general, tiende a proteger más a los
trabajadores de mayores ingresos que a los trabajadores pobres y beneficia casi
exclusivamente a los trabajadores ya empleados, pues desincentiva la
contratación de nuevos trabajadores.
El coeficiente más utilizado para
medir la desigualdad es el Índice de Gini (en lo sucesivo IG). Este refleja
para el caso de Venezuela una desigualdad significativa que, sin embargo, es
menos pronunciada que el respectivo índice de otros países de la región.
Comparativamente, Venezuela no está entre los países latinoamericanos que
exhiben peores índices de desigualdad de ingresos (Brasil, Haití, Guatemala,
Paraguay, entre otros) pero se encuentra bastante alejada de la distribución de
ingresos que exhiben la mayoría de los países europeos, incluyendo Europa del
Este, cuyos índices de Gini se sitúan en promedio entre 0,25 y 0,35.
Ahora bien, para el año 1982 con la
caída de los precios del petróleo, y contemplando que el desarrollo económico
del país se media a través de las variaciones del Producto Interno Bruto (en lo
sucesivo PIB), se hacía evidente la
necesidad de implementar medidas destinadas a la estabilización de la economía,
para esto se implemento una política cambiaría devaluacionista, que no dio los
resultados esperado, por lo que para el año 1989 se hizo presente en la
economía venezolana un “Plan Económico Ortodoxo”, que fue dirigido por el Fondo
Monetario Internacional y, que entre otras características presentaba planes de
austeridad, restricción de la liquidez, liberalización comercial y financiera,
restricciones salariales y políticas de estimulo al sector exportador.
Sin embargo en el año 1993 aun
cuando existía un aumento del PIB de un 5,5%, los niveles de pobreza por la
caída del salario real eran palpables, y demostraban que el desarrollo
económico de un país no estaba limitado solo al aumento de su PIB.
Esta desigualdad en el aumento del
PIB, pero incremento también de los índices de pobreza y del empleo informal,
se debían a que la justa distribución de los ingresos se encontraba situada en
un segundo plano, y las políticas de ajuste implementadas, implicaban una
distribución inequitativa de las perdidas, afectando sobre todo a los
trabajadores.
No
resulta extraño entonces constatar que ante la ausencia de una política social
integral, neutralizadora de los efectos negativos de las políticas económicas
implementadas desde la década de los ochenta, los índices de pobreza en
Venezuela hayan experimentado un aumento sostenido desde esa década,
acentuándose de forma alarmante a partir de la década de los noventa. El Cuadro
siguiente recoge la variación del porcentaje de familias que se encuentran
dentro de lo que se denomina pobreza total y pobreza crítica con diferencia de
un quinquenio partiendo de 1975 y hasta el año 2000.
Por
supuesto, existen diferentes metodologías para medir la pobreza y no todas
coinciden.
Pobreza
total y crítica en Venezuela 1975-2000
Años
|
1975
|
1980
|
1985
|
1990
|
1995
|
2000
|
Pobreza Total
(%)
|
26,1
|
24,3
|
42,3
|
68,9
|
66,7
|
58,8
|
Pobreza crítica
(%)
|
17,3
|
6,6
|
14,5
|
30,7
|
25,3
|
25,8
|
Fuente: Riutort
y Orlando (2001)
Las cifras aquí presentadas son bastante
elocuentes. En el quinquenio que va de 1975 a 1980 tanto la pobreza total y, de
forma importante, la pobreza crítica cedieron terreno y ambos niveles
porcentuales disminuyeron. Comenzando los ochenta la realidad cambia y los
niveles porcentuales de población en situación de pobreza se incrementan de
forma alarmante. La pobreza total, es decir el número de hogares venezolanos
que no puede cubrir de forma completa una canasta alimentaria más un grupo de
bienes y servicios básicos, se dobló y un poco más en veinte años desde 1980.
En el caso de la pobreza crítica la situación fue aún más desfavorable, puesto
que en el mismo período se cuadruplicó. En el año 2000 aproximadamente una
cuarta parte de los hogares venezolanos no podían cubrir completamente la
canasta de alimentos. Desde una comparativa internacional, datos de una
encuesta del año 2000 reseñada en el Informe Anual del Banco Mundial (2004),
sitúan a la población venezolana que vive con menos de 2 USD diarios en 32,1%
del total poblacional y la que vive con menos de 1 USD diario en 9,9% de dicho
total.
En
Venezuela empeoraron durante la década de los noventa, pero la tendencia en los
primeros años del presente siglo parece ser que dichos índices tan
desfavorables comienzan a ceder terreno. En efecto, el informe de la CEPAL (Comisión
Económica para América Latina y el Caribe) al referirse a Venezuela señala que
se está en presencia de un caso donde la política social estaría contribuyendo
a reducir sensiblemente la pobreza.
Según
las cifras reveladas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de
Venezuela la pobreza se habría reducido significativamente en el año 2004.
Desde la perspectiva de las instituciones de gobierno venezolanas, se
está en presencia de una política pública que tiende a priorizar la prestación
de servicios gratuitos o subsidiados y las transferencias en especie, más que a
través de transferencias monetarias.
Fue el modelo económico ortodoxo, un
modelo no adecuado para Venezuela, a nuestro juicio, por diversas
características:
1. Principalmente al contar con un ajuste
cambiario que incentiva la inflación en economías dependientes de la
importaciones;
2. El incremento de las tasas de
interés incide negativamente en aquellos que cuentan con menos recursos, e
igualmente en la pequeña y mediana industria, y favorece solo a aquellos que
cuentan con mayores ingresos, mientras que los trabajadores rurales se ven
afectados por este incremento de intereses, dentro de las medidas de ahorro, no
solo en el acceso al mercado financiero, sino además en que el aumento de estas
tasas afecta directamente costos, y por ende se traduce en un aumento de
precios.
3. Por otro lado en lo que se
refiere a las exportaciones estas medidas también excluyentes, benefician solo
a algunos empresarios, terratenientes y grandes comerciantes, que son quienes
se benefician de exportación de productos claves, y que cambian constantemente
de precio debido a los cambios en las políticas económicas.
Este tipo de nuevas políticas
económicas son causantes de generan una modificación en la estructura de
producción y cuyo reflejo afecta en todos los niveles de la estructura social,
por una parte la clase rural quienes producen a nivel de subsistencia y están
localizados en regiones remotas, en las que algunos no tienen acceso a
servicios públicos, pero los que si lo tienen se ven afectado en como la
economía eleva los precios ante las nuevas políticas económicas; por su parte
la clase urbana se ve aun más afectada cuando se presentan la modificaciones a
las políticas económicas puesto que este sector acude constantemente a la
adquisición de bienes, y el aumento constante generado por el establecimiento
de nuevas políticas destinadas solo al aumento del PIB, genera el incremento de
precios.
El pensamiento económico dominante
de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, suponía que el crecimiento era
más que suficiente para reducir la pobreza, lo cual se lograba por medio de lo
que comenzaron a llamar el “efecto goteo”.
El efecto goteo implicaba una
corriente vertical de ingresos de la población rica hacia la población en
condiciones de pobreza, lo cual sucede de una manera espontánea. Es decir, los
beneficios del crecimiento económico se van en un primer momento hacia los
ricos, después cuando estos comienzan a gastar sus ganancias, los beneficios se
dirigen hacia la población pobre. Por lo tanto, los pobres se benefician del
crecimiento solo indirectamente a través de un flujo vertical procedente de los
ricos.
Esto significa que la proporción de
los beneficios del crecimiento van a ser siempre menores en lo pobres. Sin
embargo, a pesar de esto, la teoría del goteo afirma que la incidencia de la
pobreza puede disminuir con el crecimiento, incluso si los pobres solo reciben
una pequeña fracción de los beneficios totales.
Ahora bien en acuerdo con esta
teoría se debe indicar que efectivamente el crecimiento no será nunca en un
principio un proceso igualitario, sino que se inicia por sectores, los cuales
representan solo un porcentaje de la población total.
Venezuela es un país inmensamente rico; posee una
plétora de recursos naturales: petróleo, gas, hierro, bauxita, oro, diamante,
tierras fértiles, potencial forestal y una ubicación geográfica envidiable.
Pero también es un país mayoritariamente pobre: el 80% de la población vive en
situación de pobreza y el ingreso per cápita anual es de apenas 2500 dólares,
Es oportuno mencionar las condiciones culturales y climatológicas que, a pesar
de no determinar el desarrollo de un país, pueden condicionarlo en gran medida.
La ética protestante influyó enormemente en la
conformación económica y social de los países de América del Norte. Al
respecto, el sociólogo Max Weber escribió un libro titulado "la ética
protestante y el espíritu del capitalismo", donde señala que el desarrollo
económico de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos durante la Revolución
Industrial recibió una notable impronta del pensamiento religioso calvinista y
luterano.
Por otra parte que se obtiene de la aplicación de
una política ortodoxa manejada por el Fondo Monetario Internacional:
1. Se evidencia las altas tasas de crecimiento
anual de la demanda, fundamentadas por la acción del sector público, que no
contaron con una respuesta adecuada por el lado de la oferta interna.
2. Específicamente en Venezuela, cuando se
aplican este tipo de políticas que promueven de alguna manera la restricción de
importaciones resultado de una mayor tasa de cambio, se hace notoria la
disminución de la inversión y el aumento de los precios, lo que incide
directamente en los salarios reales.
3. Lo referido a la distribución de los ingresos se
aprecia el efecto goteo mencionado anteriormente, donde se da una mejora en la
posición de los estratos, correspondiente a los hogares con menores ingresos,
pero un mayor porcentaje de hogares que se encuentran ascendentes no se ve
beneficiada, no existe una igualitaria distribución de los ingresos,
incrementando los niveles de pobreza.
4. Un aumento de productividad que da beneficios
solo al capitalista pero no al trabajador.
La alta concentración del ingreso en América Latina
está asociada a su estado de desarrollo y a las características de su dotación
de recursos. Frente al grado de desarrollo la eficiencia económica de un país
se presenta como la adición de varios elementos entre las empresas,
instituciones públicas, estructuras educativas, instancias políticas, centros
de investigación científica y las múltiples interacciones que entre ellas se
presenten.
La "década perdida"
fue un período de marcado deterioro en materia de pobreza en América Latina. La
región retrocedió en este terreno, en 1990 sus niveles de pobreza eran
superiores incluso a los existentes a comienzos de los años setenta. En los
noventa, por el contrario, la recuperación del crecimiento económico ha
impulsado una importante mejoría en esos indicadores, aunque el promedio
regional se encuentra aún por encima de los niveles prevalecientes antes de la
crisis. De este modo, mientras en 1980 el 35% de los hogares se encontraba en
situación de pobreza, y en 1990 dicha proporción se ubicaba en el 41%, en 1994
se mantenía en el 39%. En términos de distribución del ingreso, la década de
los años ochenta fue también de deterioro. La expectativa de que la renovación
del crecimiento económico revertiría dicha tendencia, de manera que los niveles
de desigualdad se encuentran hoy por encima de los ya elevados que existían
antes de la crisis de la deuda.
Estas tendencias globales esconden,
patrones heterogéneos en los distintos países de la región. Según los estudios
comparativos existentes, en sólo uno de ellos (Uruguay) tanto los niveles de
pobreza como los de equidad han mejorado en relación con los que se observaban
a comienzos de los años ochenta. En varios otros (Brasil, Panamá y de acuerdo
con algunos estudios, Colombia) los niveles de pobreza han bajado, pero no han
mejorado los de equidad. El caso chileno es más complejo, la pobreza se ha
reducido notablemente en relación con los niveles de mediados de los años
ochenta y quizás con los de comienzos de dicha década, pero apenas ha regresado
a los de comienzos de los años setenta; en tanto que la desigualdad en la
distribución del ingreso es superior a la de entonces y ha sido renuente a
disminuir durante el período reciente de fuerte reducción de la pobreza.
Es importante mencionar que Venezuela está ubicada en un
nivel de desigualdad medio con respecto a otros países latinoamericanos, pero
más alto que otros países europeos o asiáticos. Asimismo, la desigualdad del
ingreso no ha podido recuperar los niveles que tenía antes de la aplicación de
las reformas económicas a partir de 1989, y que ya mostraba signos de deterioro
a mitad de los noventa. Desde el punto de vista geográfico, la desigualdad es
un fenómeno generalizado presente en todos los dominios.