De acuerdo a las opiniones de los
clásicos, el valor de un producto era independiente de los factores de mercado,
los precios podrían fluctuar, pero el valor era constante pues según Smith el
trabajo era la medida del valor. Marx continua con esta base de criterio
sosteniendo que solo existe el valor de uso o utilidad y el valor de cambio, este
último lo abrevia como “valor”. Este valor lo determina el tiempo socialmente
necesario para producir el bien, considerando las condiciones normales de
producción y la especialización de trabajo, este incluye tanto el trabajo
directo como el incorporado en forma de maquinaria y materias primas. Tanto
para las escuelas clásicas como los marxistas el precio se deriva del valor
siendo posible que este tenga variaciones en torno a él. Así por ejemplo Marx
distinguen entre cantidad de trabajo necesario para producir el bien y el
tiempo de trabajo, de donde afirma que el capitalista pagara un salario de
subsistencia al trabajador por su “tiempo de trabajo” maximizando la cantidad
de bienes que produce, incorporando capital, los cuales al estar “valorizado”
en una cantidad fija de trabajo los excedentes serán sus ganancias o
“plusvalía”.
Para la escuela de austriaca,
llamada también escuela marginalista de Friedrich Von Wieser, el valor tiene un
carácter subjetivo formado de la utilidad que se le ha conferido, en especial
la utilidad marginal. Para los neoclásicos, el valor de un bien tendrá un
carácter subjetivo medible por los sujetos asociados al objeto; es decir un
bien tendrá el valor que aquellos que intervienen en su producción y consumo le
asignen. De esta forma cualquier factor ajeno a estos causaría una distorsión del
valor del mismo. Si aceptamos que el
precio es la representación monetaria del valor del mismo serán los agentes del
mercado los encargados de asignarle valor al mismo.