Todos recordamos el Caracazo de 1989 con su saldo oficial de 276 víctimas mortales, el cual es reclamado hasta el día de hoy como el mayor levantamiento popular ocurrido en Venezuela en su historia republicana. Estos sucesos, junto al descontento popular y la desaprobación de las clases sociales más influyentes, que veían amenazados sus privilegios ante el cambio radical de la economía, favorecieron la salida del gobierno del Presidente Pérez, y el posterior ascenso al poder de Hugo Chávez.
Este último, levantado las banderas de un hibrido por demás extraño socialismo del siglo XXI, retoma el populismo rentista que se pretendía abandonar, esta vez apoyado por la mayor expansión de los precio petroleros de la historia económica, en la cual los precios del crudo alcanzaron la astronómica cifra de 120 dólares el barril. Estimulado por la ingesta de petrodólares, se dedico a la ejecución de la “socialización” del ya débil aparato productivo nacional; es decir se dedico a la estatización y expropiación de las principales empresas nacionales y extrajeras operantes en el país. Así y con la conocida eficiencia del estado productor la economía nacional cayo a ritmos acelerados, siendo compensada con la importación directa por parte del Estado, el cual contaba con un inmenso ingreso petrolero.
Pero como todo sueño, es pasajero los elevados precio del petróleo no se mantuvieron en el tiempo de manera indefinida, cayendo de manera también sin precedente, dejando al país sin recursos para cubrir sus requerimientos de consumo en el mercado internacional y sin un sector productivo capaz de cubrir las necesidades del mercado. Esto lleva al hijo y heredero del socialismo bolivariano a la paradójica decisión, sin aviso y sin protesto, de liberar los precios de todos los productos, importados en su mayoría, siendo abiertamente cotizados en divisas en todos lo mercado nacionales, al incremento del precio de la gasolina y su racionamiento en el consumo, limitando la venta a 30 litros mensuales, liberación que llevo el precio de 0,5Bs a 5.000 el litro, y anunciar abiertamente en los medios de comunicación social de su venta libre de restricciones a precios internacionales.
Todo ello sin tomar en consideración las modificación del sistema laboral, donde un se mantiene un salario mínimo de 400.000 Bs (2 dólares mensuales) , es decir el 40% del ingreso del salario para pagar los 30 litros de gasolina mensuales, Venezuela afronta hoy un proceso de más de tres años de hiperinflación sin precedente en la historia nacional y hemisférica. Además de ver cerradas las posibles salidas políticas y económicas, ante un régimen que se niega a implementar las medidas necesarias para la solución de severa crisis y busca anclarse cada vez más en el poder, a través de la abierta manipulación de los procesos electorales, la persecución de los lideres de oposición y ahora la más reciente manera de ilegalización de partidos, la penalización a través de un sistema judicial de sus directivas. Colocan al país en una situación exponencialmente más grave de las experimentadas en 1989, pero claro en aquel entonces Pérez tenía en su contra movimientos subversivos locales con apoyo del gobierno habanero estimulando las protestas populares para incrementar el clima de descontento y la inestabilidad política. Solo existe una dirigencia opositora que tiene la creencia de métodos de cambio pacífico y democráticos, basados en su convicción que regímenes de origen de izquierda pueden salir a través de procesos democráticos, tremenda ilusión.